sábado, 5 de agosto de 2017

Inglés macarrónico y malentendido lingüístico

Una empresa de multiaventura juvenil de Cantabria ofertaba la actividad de saltar desde lo alto de un viaducto con el amarre de una cuerda dentro de un paquete de ocio y tiempo libre a los campamentos de chicos y chicas que veraneaban en la zona. Las instrucciones del monitor de puenting, que es como llaman a dicho salto, a una menor holandesa que estaba dispuesta a lanzarse al vacío y que él no quería que saltase todavía porque no estaban ultimados los preparativos del salto fueron a voz en grito: No jump! It's important. No jump!.

La joven holandesa de 17 años, entusiasmada por poder practicar por primera vez en su vida esta actividad de riesgo, mejor que deporte,entendió probablemente "Now jump!" ("¡Ahora salta!"),  y se lanzó entonces desde el viaducto de Cedeja en Virgen de la Peña (Cantabria) sin estar atada todavía a los anclajes de seguridad del puente, con solo una cuerda prendida a su arnés, ajena a la hostia que se iba a pegar.  Se precipitó, pues, en el vacío,  y se estrelló contra el río Cedeja desde una altura de 32 metros,  lo que provocó el traumatismo torácico que le causó una aguda hemorragia y la muerte.
 
Un malentendido lingüístico,  motivado porque en la lengua de Shakepeare “¡No saltes!” no se dice “No jump!”, como pretendía el monitor a imitación del español, sino “Don`t jump!”. La negación “no” sólo se puede aplicar a los sustantivos, o a los gerundios de los verbos, que son, como se sabe, formas verbales sustantivadas. “No jumping” escrito, por ejemplo,  en un cartel se entiende como “Prohibido el salto”, "no saltar"; es una información de que existe una interdicción, lo mismo que "No smoking" o "No diving". 

Pero si lo que queremos es prohibirle efectivamente a alguien que salte (“¡no saltes!”), como hacemos en español con el subjuntivo, hemos de decir “don’t jump!”, recurriendo al imperativo del auxiliar “do”, a la negación “not” y al verbo que se conjuga. No es raro que la menor de edad entendiera la negación “no” como el adverbio de tiempo “now”, que en inglés significa “ahora, ya”, y que lo que pretendía ser una prohibición pero gramaticalmente no lo era la sintiera como una orden ejecutiva.

Los hechos sucedieron en agosto de 2015, pero es ahora, dos años después cuando la Audiencia Provincial de Cantabria ha ratificado el auto del Juzgado de Instrucción de Torrelavega que apreció indicios de delito en los sucesos que llevaron a la muerte a la joven holandesa. La sentencia recalca que  el instructor de puenting (¡hay que ver cómo penetran en castellano los gerundios ingleses, desde aquel lejano ya traje de esmoquin (smoking en inglés) que se ponían los caballeros para fumar hasta los modernos balconing o este puenting de marras!) carecía del nivel de inglés elemental necesario para dar instrucciones a ciudadanos extranjeros "en algo tan delicado como saltar al vacío desde un punto elevado". Dice literalmente el auto de la Audiencia:  "El uso de un inglés macarrónico(1) ('no jump') pudo perfectamente ser entendido como una orden explícita de salto ('now jump') por la víctima".


Los españolitos deberíamos reflexionar muy seriamente a propósito de este trágico suceso del puenting sobre los muchos años que nos pasamos estudiando inglés y lo mal que lo hemos aprendido. ¿Por qué será? ¿Cómo es posible que con tantas horas de inglés encima, que en algunos casos empiezan ya en la guardería con los números y los colores, y con tantos años a las espaldas, seis de primaria y cuatro de secundaria,  acabemos el servicio militar obligatorio de la ESO sin hablar medianamente bien ni entender la lengua del cisne de Avon y del Imperio? ¿A qué puede deberse semejante despropósito? ¿Estaremos haciendo algo mal?

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(1) El adjetivo macarrónico, que utiliza dicha sentencia, según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia,   tiene dos acepciones:
1. adj. Dicho del latín: Usado de forma burlesca y defectuosa.
2. adj. Dicho de una lengua distinta del latín: Usada de forma notoriamente incorrecta.


¿De dónde viene esta palabra? ¿Tiene algo que ver con macarra? No, en absoluto. ¿Y con macarrón?  Sí, tiene que ver con esta última palabra italiana. Procede, según el Vocabolario della lingua italiana de Nicola Zingarelli (2006) de  maccaronico, que es un adjetivo formado sobre el sustantivo maccarone, que es dialecto romanesco, y además de ser el nombre del tipo de pasta con forma de canuto que nosotros conocemos como macarrón, era sinónimo en segunda acepción figurada de persona estúpida o bobo. Una maccaronea, además,  era en literatura una obra escrita en  “una lengua tosca, parodia del latín clásico, cuyo léxico consiste en palabras latinas, vulgares y dialectales, pero declinadas y conjugadas con terminaciones latinas, en uso especialmente en obras burlescas de los siglos XVI y XVII” (Lo Zingarelli).



Un ejemplo castellano de este latín macarrónico o caricaturesco, mezclado con el castellano, puede ser este comienzo del Quijote que tradujo Ignacio Calvo: In uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo calentare cascos, vivebat facit paucum tempus, quidam fidalgus de his qui habent lanzam in astillerum, adargam antiquam, rocinum flacum et perrum galgum, qui currebat sicut ánima quae llevatur a diábolo.

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