domingo, 26 de marzo de 2017

Delenda Carthago




En la primavera del año 146 antes de Cristo, corría como ahora el mes de marzo, la ciudad norteafricana de Cartago, sobre cuyas ruinas se yergue hoy Túnez, la moderna capital de Tunicia, caía finalmente en poder del ejército romano, que estaba al mando de Escipión Emiliano, quien sería conocido a partir de entonces como El Africano por su sangrienta gesta: la ciudad fue pasto de las llamas durante días, ardieron casas, templos, bilbiotecas. Todo fue arrasado. Murieron hombres, mujeres y niños. Los que sobrevivieron fueron esclavizados. Cuando ya no quedaba nada en pie del antiguo esplendor, los romanos sembraron de sal aquellas tierras ensangrentadas para que no volviera a crecer nada allí.  En la foto, las ruinas de Cartago; al fondo y a lo lejos, el azul intenso del Mediterráneo.

El cantante italiano Franco Battiato ha dedicado una bella canción a este acontecimiento histórico, que lleva por título la frase latina "Delenda Carthago", que significa "Hay que destruir Cartago", un dicho que se hizo famoso porque con él remataba machaconamente siempre sus discursos Catón el Viejo de manera obsesiva y sistemática. Battiato canta en italiano, y al final en latín, que es la lengua madre (eso sí, pronunciado a la italiana).




Aquí tenéis la letra en versión castellana de lo que Battiato canta en italiano:  Por tierras desconocidas van nuestras legiones / a fundar colonias a imagen de Roma. / Delenda Carthago. / Con los dedos teñidos de henna sobre triclinios patricios / se degustan carnes condimentadas con aromas de Oriente; / en cálices finamente jaspeados susurran los vinos, / las rosas, la miel. / En los circos y en los estadios / se juntan multitudes / trastornadas / a celebrar ritos de sangre.

Y la parte latina: ....Conferendis pecuniis... Son dos palabras entresacadas de una cita de Tácito: (Entre tanto, Italia fue devastada) para amasar caudales.
 
Y finalmente los cuatro versos siguientes, dos dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos  pertenecientes a Propercio, concretamente al comienzo de la séptima elegía del libro III:

Ergo sollicitae tu causa, pecunia, uitae es!
per te immaturum mortis adimus iter;
tu uitiis hominum crudelia pabula praebes,
semina curarum de capite orta tuo.

Así podrían sonar en castellano en el mismo ritmo dactílico: 

¡Conque, dinero, eres tú la razón de una vida agobiada!
Vamos gracias a ti, y antes de tiempo, a morir;
Brindas tú un alimento feroz a los vicios humanos,
de tu caudal brotó germen de cuitas sin fin.

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