sábado, 11 de junio de 2016

Exámenes

Publica El Roto la siguiente viñeta en El País el 10 de junio de 2016, coincidiendo con el fin de la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad)  madrileña y con los exámenes de fin de curso. Se trata de una reflexión pedagógica donde las haya sobre la existencia de los exámenes en general: "Los llaman exámenes, pero se trata de saber si agachamos bien la cabeza". Lo dice una estudiante que, a diferencia de sus compañeros,  que mantienen las cabezas gachas sobre los pupitres en actitud de escribientes, muestra su perfil altivo y sus cabellos anaranjados -única concesión que el dibujante hace al color-, y no escribe, formula lo que los demás seguramente piensan pero no se atreven a decir, ocupados como están en  su examinación.


Si analizamos la etimología de la palabra EXAMEN, vemos que procede en su origen de *EXAGMEN y que está compuesta de tres elementos: un prefijo EX- que indica salida, movimiento del interior hacia el exterior, la raíz verbal AG- del verbo AGO, que quiere decir "llevar, conducir, hacer", cuya consonante desaparece al asimilarse a la siguiente y simplificarse, y el sufijo -MEN que indica instrumento, medio o resultado de la acción verbal. Este sufijo lo tenemos presente en certamen, dictamen, régimen, crimen, semen, volumen, germen, espécimen, etc. El significado etimológico de EXA(G)MEN sería "resultado de hacer salir algo", y, de ahí, comprobación, investigación... Lo curioso de esta palabra es que ha evolucionado en castellano a ENJAMBRE, y nos recuerda a las abejas que salen en tropel con su reina a formar una colonia. En latín significaba multitud, tropa, bandada, muchedumbre de animales (y de ahí el enjambre) o de personas, pero era también el nombre de la aguja o fiel de la balanza, por lo que sugiere la acción de pesar y de controlar. 

 Ilustración tomada del Orbis Pictus Latinus de Hermann Koller

Virgilio en la Eneida XII, 725, nos presenta al propio dios Júpiter sosteniendo los dos platos de una simbólica balanza: "Iuppiter ipse duas aequato examine lances / sustinet", sopesando la suerte de los dos héroes en la batalla "aequato examine", es decir, equilibrado el fiel.

El verbo *EX-AG-E-RE, del que deriva el sustantivo en cuestión EXAMEN, sufrió ya en latín apofonía vocálica y pasó a EX-IG-E-RE, y de ahí desembocó en nuestro "exigir"; y por otra parte, su participio de perfecto EX-AC-TUS, con ensordecimiento de la oclusiva gutural sonora G, ante -T, es el origen de nuestro "exacto", por lo que cabe ampliar el campo semántico del examen incluyendo la exigencia y la exactitud etimológicas. 


Se considera que el examen es algo inherente al sistema de enseñanza y fundamental, y que una clase de estudiantes debe ser examinada para valorar si ha adquirido los conocimientos necesarios. Pero un estudio sobre la historia de los exámenes demuestra lo falso que es esto. El examen es un instrumento creado por la burocracia china imperial para seleccionar a miembros de las castas inferiores, como recoge M. Weber en Economía y Sociedad:  «Para eludir la constante amenaza de apropiación de cargos, impedir la formación de clientela y la de monopolios de notables, el poder patrimonial de la China imperial tomó estas medidas: nombramientos a corto plazo, exclusión de cargo donde el funcionario tenía parientes, vigilancia mediante espías, agregando, por primera vez en la historia, la exigencia de exámenes.»  Hay constancia de que en Occidente, antes de la Edad Media, no hubo un sistema de exámenes ligado a la práctica docente, por lo que ni en la Grecia ni en la Roma clásicas hubo exámenes jamás.




Parece ser que el primer país del mundo, en efecto,  que implantó un sistema de exámenes nacionales fue la antigua China, llamado examen imperial, en concreto en el año 605 d. de C.. El propósito de estos exámenes era seleccionar candidatos para desempeñar puestos específicos de gobierno, es decir,  una especie de modernas oposiciones a funcionario de Estado. El examen imperial fue abolido en 1905 por la dinastía Qing. Inglaterra, siguiendo el modelo chino, adoptó el sistema de examinación en 1806, y a partir de entonces se extendió a otros lugares del mundo y se convirtió en la plaga pedagógica que hoy padecemos.  

¿De dónde vienen las notas que nos han puesto como estudiantes y que los profesores tenemos la obligación de asignar a nuestros alumnos? La asignación de calificaciones del trabajo escolar es una herencia de finales  del siglo XVIII, que seguimos padeciendo en el XXI. ¿Hay algo más básico en la enseñanza que hacer exámenes y poner notas? Nos parece algo tan normal y habitual que seguramente nunca nos hemos parado a pensar si esto ha sido así siempre, y, si no ha sido siempre así, ¿quién inventó los exámenes y las notas? La primera calificación de unos exámenes de estudiantes de la que tengo noticia se produjo en la Universidad de Cambridge en 1792, por sugerencia de un tutor llamado William Farish.

El procedimiento de reclamación contra la calificación de un profesor no cuestiona para nada la existencia de los exámenes en sí mismos, sino la adecuada aplicación práctica de los criterios de corrección y evaluación. Por otra parte, las notas se han convertido en un instrumento por parte de las autoridades académicas e inspección educativa para evaluar y controlar a los propios profesores, como muestra la conocida viñeta de Emmanuel Chaunu, originalmente en francés,  en que unos padres piden explicaciones por el elevado número de suspensos de su hijo no a la propia criatura sino a la profesora.


Siempre me ha resultado sorprendente que los estudiantes no se planteen ninguna huelga contra los exámenes -la más justa que pueden hacer-, y que cuando hacen una por cualquier otra razón como la subida de las tasas universitarias, la protesta contra la ley educativa de turno o contra los recortes ministeriales o la reivindicación que toque en ese momento,  respeten religiosamente la realización de los exámenes: faltan a las clases, pero nunca a los exámenes.

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