lunes, 17 de agosto de 2015

Aristófanes ilustrado y expurgado

Hojeando libros -esos objetos cada vez más raros y curiosos- en la Feria del Libro Viejo de Santander este verano me encontré con un volumen titulado "Comedias" de Aristófanes, publicado por Ediciones Marte de Barcelona en  1965. Contenía "Lisístrata" y "La asamblea de las mujeres", una muy buena selección. La traducción -versión castellana- y el prólogo eran de Jesús Lizano,   y el libro de 160 páginas estaba ilustrado profusamente por Serafín con 63 dibujos.
Llamaron mi atención enseguida las ilustraciones a todo color. Apenas me sonaba el nombre de Serafín, el ilustrador gráfico, pero sus dibujos me parecieron muy  logrados. Reproduzco algunas de sus ilustraciones a continuación correspondientes a Lisístrata.




Y éstas otras son de "La asamblea de las mujeres":


Enseguida caí en la cuenta de que Serafín tenía que ser, por la época y por sus dibujos, coetáneo de Mingote y Chumy Chúmez, y probablemente habría colaborado, como ellos, en la Codorniz, la revista satírica que dirigió Álvaro de la Iglesia durante la oprobiosa dictadura de Franco, que desapareció con la transición. 

Investigué un poco y descubrí enseguida que, efectivamente, Serafín Rojo Caamaño,  nacido en Madrid en 1926 y muerto en 2003, comenzó dibujanto tebeos en la revista "Jaimito", que se llamaba así por lo populares que eran en España los chistes que se le atribuían a este personaje, y acabó en "La Codorniz". 

Destacó por sus caricaturas de marquesas que se daban al "tintorro" de marca en las barras de los bares donde alternaban con los obreros... Serafín Rojo ilustró también El Quijote, La lozana andaluza y las Comedias de Aristófanes, entre otras obras literarias. Y como humorista destacó por su retrato de la España eterna de charanga y pandereta y por su gusto por el humor negro, como revelan estas dos viñetas encontradas en la Red: la desnudez de la maja de Goya y la puntualización del RIP (Requiescat In Pace, o, lo que es lo mismo, en román paladino: Descanse En Paz), firmada con el pseudónimo que empleó a veces de Marqués de Serafín.
 
En cuanto a la traducción de Jesús Lizano tengo fundadas razones para sospechar que no es una traducción directa del griego, sino de alguna francesa, tal vez de la versión de Belles Lettres de Hilaire Van Daele, aparecida por primera vez en 1930.  Y tampoco es una traducción literal de la francesa, porque la censura de la época que había en España no lo habría permitido seguramente, sino que se trata de una versión libre y expurgada de muchas referencias a la actualidad y obscenidades.

Un ejemplo: La asamblea de las mujeres ha decretado que (cito literalmente la versión de Lizano)  "cuando un joven ame a una doncella no podrá gozar de sus favores sin haber otorgado previamente los suyos a una anciana. Si atento únicamente a su pasión por la joven se negase a cumplir esta orden, las mujeres de avanzada edad tendrán el derecho de prenderle y arrastrarle impunemente".

¿Qué dice el original de Aristófanes? Pues algo así como: "...Si un mozo joven / desea a una joven, no se la cepillará si  no / se tira a la vieja antes. Y si no desea / tirársela antes sino que la prefiere moza, / podrán las mujeres de avanzada edad al joven /  por ley llevarlo a rastras de la cachiporra". (vv. 1015-1020)

Como se puede comprobar, el lenguaje de la versión de Lizano y el de la nuestra es muy distinto, pertenecen a dos registros completamente diferentes y contrapuestos de habla: culto y elevado, incluso elegante,  el de Lizano, vulgar, corriente y chabacano el de la nuestra, pero más acorde con el original aristofanesco.

Sin embargo, no le estoy haciendo ningún reproche a la traducción de Jesús Lizano. Las circunstancias personales del autor (que trabajaba como "corrector literario" en la misma editorial que empezó a publicar su obra) y las de la época explican y justifican su versión. No permitían otra cosa. Bastante hizo con dar a conocer dos de las mejores obras de Aristófanes, aunque expurgadas y abreviadas en plan Reader´s Digest,  en unos tiempos que no eran buenos ni para la lírica ni para la épica ni para la comedia.

Así reivindica en la introducción a su versión castellana la figura del cómico ateniense: Poco se sabe de la vida de Aristófanes y poco, en verdad, de su obra. Acostumbrados a Platón, a Esquilo, a Homero y a toda la monserga de helenistas y profesores, apenas se tiene en cuenta lo que significa el teatro de Aristófanes en medio de la Hélade. Sin embargo, cuando se han leído las obras del comediógrafo ateniense no cabe duda de que faltaban para tener una idea completa de Grecia. Y es que, acostumbrados a que la Historia sea el paseo de los triunfadores, el palmarés de los guerreros y las elucubraciones de todas las estirpes de idealistas, hemos creído que el resto de los "mortales" apenas han significado sino un relleno histórico, material, para que fueran posibles "ellos", seres que han vivido fuera de la Historia. Pero no es así.

Afortunadamente, el teatro de Aristófanes es ya muy valorado y empieza a ser conocido en nuestro país. Prueba de ello son el año pasado la representación de "Pluto" en Mérida, o hace cinco años la Lisístrata de Paco León en el mismo escenario, y este año el éxito que han cosechado a la par en el mismo festival "Lisístrata" y  "La asamblea de las mujeres", precisamente, al lograr esta última, dirigida por Juan Echanove, ocho llenos absolutos en el Teatro Romano de la capital extremeña en las diez representaciones programadas.  


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